IZAGUIRRE: EL RANCHO DEL HORROR
El tráfico es infernal y el sol cae a plomo en la carretera. El ruido del escape de los camiones, su humo, el humo de todos, elimina cualquier esperanza de vida más allá de los próximos 100 metros. Guadalajara ni se adivina en el horizonte. Entonces, el teléfono suena. ¿Sí, bueno? “Oiga”… ¿Quién es? “Ah, soy la persona con la que habló antes, de ahí de”… Ah, la persona, el señor que no tiene nombre, ni cara, ni tampoco alegría. “Mire, le quiero pedir que no ponga nada de…” El señor sigue y pide la omisión de varios detalles del relato que contó antes, en Teuchitlán, en su casa. Por su seguridad, la de sus hijos, su esposa, sus sobrinos.
Luego, cuelga. En las hojas de la libreta hay cantidad de detalles de su caso, la desaparición de su hijo, en octubre de 2017, allí en Teuchitlán, a hora y media de Guadalajara, en el centro de México. Cantidad de frases apuntadas, así como habla el señor: “Mi hijo era bien enamorado, bien enamorado él”, por ejemplo, o, “en ese tiempo se me quitó el miedo a mí”, o, también, “cuando vi lo del rancho de aquí, me vine para la casa y le platiqué a mi esposa, pero no pude acabar de hablar, porque empecé a llorar”. El rancho de aquí, decía el señor, el nuevo foco del horror de un país con urgencias por el estilo, cada semana.
Nadie sabe cuánta gente murió en el rancho Izaguirre, un rectángulo de tierra seca de algo más de 5.000 metros cuadrados, olvidado del mundo, a diez minutos de la casa del señor, que está –su casa– en la cabecera municipal de Teuchitlán, pueblo de agricultores y ganaderos, pueblo mágico, también: cada año, cientos de personas llegan a celebrar en sus curiosas pirámides circulares el equinoccio de primavera. No está claro si este año llegará gente, porque las noticias son horribles, y a nadie le gusta celebrar nada junto a la posibilidad del mal. Porque se asume mucho mal en el rancho Izaguirre, horror del que solo quedan restos e incógnitas.
Restos de huesos, restos de ropa, restos de juguetes. Y restos, también, de negligencia. La semana pasada, un grupo de familiares de personas desaparecidas llegó al rancho, alertado por la llamada de un muchacho, que les dijo que había estado cautivo ahí, rehén de un grupo criminal. Les dijo, también, que el grupo, supuestamente el Cartel Jalisco Nueva Generación, uno de los más poderosos del país, había matado a mucha gente en el rancho. Los familiares, casi todos mujeres, contrataron un autobús y, escoltados por la Guardia Nacional, llegaron al lugar. Era 5 de marzo, Miércoles de Ceniza. La puerta estaba abierta. Entraron. Expertas en cómo debe verse la tierra sin manipular, no les costó mucho encontrar los primeros indicios de que allí había algo que no andaba bien.
Y vaya que lo había. Eran cientos de fragmentos de hueso, pequeños, aparentemente quemados. Salían de la tierra, a cada paletada. De eso se acordaba este viernes Lorena Cabrera, parte del grupo de familiares, que se hace llamar Guerreros Buscadores. Cuando empezó a ver que salían esos huesitos de la tierra, le entró tristeza. “¿Cómo van a sacar ADN de ahí, tan pequeños que son?”, pensaba, reflexión que no se le ha ido de la cabeza. Aquel día, mientras unas trabajaban con sus varillas, atravesando la tierra, buscando más huesos, el resto indagaba en las construcciones del rancho. Hay varias, la mayoría están cerca de la entrada. En una, encontraron cantidades enormes de ropa, zapatillas, pantalones, mochilas. “¡Hasta juguetes!”, dice Cabrera, de 57 años. “Yo pensaba, ‘¿cómo es posible? ¿Trajeron aquí niños?”.
Y finalmente, pero no menos importante, la negligencia de las autoridades, que estuvieron allí en septiembre pasado, tras la detención de 10 personas y el rescate de dos, y no encontraron nada de todo esto. Esa mezcla de factores ha llevado el asunto a las conferencias de prensa de la presidenta, Claudia Sheinbaum, esta semana. La mandataria ha calificado el hecho de “terrible” y ha criticado a la Fiscalía local, que supuestamente tenía el predio en custodia desde septiembre. Este domingo, los colectivos de familiares de personas desaparecidas han convocado decenas de concentraciones en todo el país, exigiendo justicia por lo ocurrido.


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