HUMO BLANCO
Pasado mañana, los ojos del mundo y las esperanzas de la Iglesia Católica se concentrarán en la Capilla Sixtina con ocasión del Cónclave. Este evento reúne a los cardenales católicos – título de la más alta jerarquía dentro de la organización eclesial – y en sus manos estará la elección del próximo papa. La tarea será ardua: Francisco no será fácil de reemplazar y hay mucho en juego.
El pueblo católico, por fe, acepta que los cardenales votan inspirados por el Espíritu Santo. De esa cuenta, se aíslan para concentrarse en recibir esa iluminación, sin la influencia de lo que sea que pase a su alrededor. Esto, sin embargo, no es del todo cierto: cada hombre lleva consigo sus cruzadas. Así, el Cónclave está conformado por tres grupos de personas, entre los que hay detractores y seguidores de las doctrinas de Francisco. Algunos pocos son neutrales. Están los que desean regresar a la Iglesia al conservadurismo y las intolerancias férreas, pero también quienes desean seguir dando aires de modernidad a la Iglesia. Y en todo, como siempre, está el hambre, muy humana, de poder.
¿En qué afectó el papa Bergoglio a los movimientos de poder en el seno de la Iglesia? Simple: los hizo descender “de categoría”, al demostrarles que se puede vivir sin lujo y cerca de la gente. Las frases de Francisco resuenan en todas las redes sociales, y las controversias también. Su cercanía con los marginados es incómoda, su apertura al ecumenismo es molesta, y su rechazo a las acciones de los países poderosos en perjuicio de aquellos más débiles es, a todas luces, políticamente comprometedora. Francisco lanzó ganchos al hígado de naciones con tentáculos poderosísimos, económica y militarmente, y son ellos los primeros que habrán enviado a sus “infiltrados” con el mensaje de que la Iglesia se tiene que quedar metida entre sus cuatro paredes y no asomar la nariz hacia lo que a ellos afecta.
¡Y claro que esa, además, es una postura más cómoda para buena parte de los cardenales! Quedarse en rezar y regañar, y que la Iglesia se dedique a ello, es mucho más tranquilo. Sin embargo, ¿cuál era el mensaje de Cristo? Ciertamente, nada que ver con encerrarse, indiferentes y neutrales, mientras el mundo se cae a pedazos.
Ahora el dado gira en el Vaticano. ¿Quién resultará electo? Tagle, el filipino, es ver a Francisco con los ojos asiáticos. Sarah, el africano, es todo lo contrario. Por allí está Parolin, hombre de confianza del recién fallecido papa, porta una personalidad más moderada y en equilibrio. Pero son más de cien los elegibles; de hecho, cualquier hombre podría asumir el papado, si los cardenales así lo decidieran.
Lo que está en juego es mucho más que sólo el liderazgo dentro de una religión o el gobierno de un diminuto estado europeo. La influencia que el nuevo papa podría llegar a tener, dependerá del tipo de liderazgo que decida asumir. Los católicos y no católicos, cristianos o no, habíamos encontrado una figura a la que seguir: palabras claras, enorme sentido común, y la búsqueda de una mejor humanidad y un mundo más digno.
Si la elección es, como la fe dicta, inspiración divina, ojalá coincida con lo que el mundo necesita. Y que el humo blanco nos traiga, a los católicos, alegría y esperanza en medio de la tristeza que sentimos al despedirnos del papa del reloj Casio y los zapatos viejos.
¡Esto es lo que pienso !
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