Durante el primer semestre de 2025, los cambios en el contexto global y nacional configuraron un entorno complejo que no da señales de estabilizarse en la segunda mitad del año. Los desafíos económicos se intensifican tanto por factores estructurales internos como por dinámicas externas volátiles, especialmente en la relación con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial.
La necesidad de activar la economía nacional se vuelve urgente ante señales de debilitamiento en sus principales motores. Reactivar la inversión productiva y estimular el consumo privado exige restaurar la confianza de empresarios y consumidores, quienes enfrentamos un entorno muy complicado. Sume usted distinguido lector la mala noticia del Censo Económico 2024, el cual da a conocer que el 64.3 por ciento de las unidades económicas del país son informales, es decir, trabajan con personal sin prestaciones sociales y no pagan impuestos, así pues, la informalidad creció de 2018 a la fecha.
Lamentablemente también el (PIB) se ha desacelerado, con riesgos latentes de estancamiento si no se revitaliza la demanda interna. La inflación es persistente y superior al rango objetivo, limita el poder adquisitivo, desincentiva el consumo y erosiona márgenes empresariales. En los últimos años nuestra economía no ha generado suficientes empleos formales y los datos del IMSS dan cuenta de un mercado laboral que presenta evidentes signos debilidad. En diciembre de 2024 se perdieron 405,259 empleos y en los primeros cinco meses del año, apenas generamos el 33% de los puestos de trabajo perdidos al cierre del año pasado. Su lenta recuperación impacta la estabilidad social y restringe la capacidad de consumo sostenido. El panorama interno, lleno de interrogantes sobre el rumbo económico y político, actúa como freno sobre las decisiones de inversión, incluso en sectores estratégicos como energía, construcción e innovación tecnológica.
De acuerdo con las estimaciones difundidas por la mayor parte de los grupos de análisis económico del sector privado, 2025 será, en el mejor de los casos, un año de estancamiento e inflación cercana al techo del rango objetivo del Banxico (de 2 a 4% anual).
En el plano internacional, los giros en la política comercial estadounidense y la prolongación de conflictos geopolíticos hacen mas complejo el escenario. Los elementos más críticos incluyen: Confrontación comercial latente: Las decisiones unilaterales de EE. UU. en materia arancelaria y regulatoria generan incertidumbre en las cadenas globales de valor. Inversión extranjera directa: La pausa o cancelación de proyectos en sectores clave (automotriz, electrónico, maquinaria) refleja dudas sobre la estabilidad institucional y la previsibilidad regulatoria en países emergentes. Mercados financieros: La creciente aversión al riesgo se manifiesta en salidas de capital, volatilidad cambiaria y encarecimiento del financiamiento externo. Este contexto internacional reduce la capacidad de México para atraer inversión y demanda externa, afectando directamente sectores exportadores y el dinamismo manufacturero. El repunte de 0.2% en el PIB nacional durante el primer trimestre del año, evitó la configuración del escenario de recesión técnica. Sin embargo, la tendencia dominante en el desempeño de la actividad económica es claramente descendente.
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