Lo que está ocurriendo en Los Ángeles no tiene nombre.  Para millones de mexicanos, y de latinoamericanos en general, las recientes acciones del gobierno federal de los Estados Unidos se han traducido en terror, angustia, desesperación y tragedia.  Estamos viendo como, una vez más, las autoridades se ensañan con quienes son más vulnerables y que no merecen un trato tan deplorable, recurriendo a tácticas nefastas como esperar a inmigrantes afuera de las cortes en donde regularizarían su situación, pero antes de que ingresen.  Si a esto le sumamos la rudeza con la que son tratados, todavía sentimos más pesar.
En otras ocasiones hemos comentado que, si bien este tipo de acción es por completo desproporcionada, los inmigrantes ilegales están cometiendo un delito al ingresar y permanecer fuera de la norma en un país que tiene sus reglas claras a ese respecto.  Pero eso no justifica la crueldad.  Pero eso no es lo peor.
Desde el estallido de los disturbios en la ciudad angelina, hemos estado recibiendo mensajes de todos los tipos.  Por un lado, los demócratas – en cuenta la alcaldesa de Los Ángeles y el gobernador de California – acusan al gobierno de Donald Trump de dirigir una cruzada racista y con agenda política, hecho que ha sido respaldado por evidencia de personal federal y estatal dañando autopatrullas y propiedad pública para luego responsabilizar a los activistas y manifestantes.  El gobierno central, por su parte, acusa a los inmigrantes organizados de armar la revuelta antes, incluso, de cualquier acción federal.  Los hay, incluso, quienes afirman que es el partido demócrata el que está moviendo a los revoltosos para que dañen la propiedad pública y, con eso, desestabilicen la política republicana y Trump, que no es conocido precisamente por su equilibrio, lance a las tropas y rompa con la ciudad santuario.
Mucha tela hay que cortar.  Esto de la política es, con frecuencia, asqueroso.  Lo cierto es que, sea cierta la versión que sea, siempre habrá poderosos aprovechándose de escenarios trágicos para ganar más poder, para afectar al rival y competir deslealmente.  Prenden una hoguera con la leña que hacen del árbol caído, en este caso de los inmigrantes ilegales quienes, en su mayoría, llegaron a Los Ángeles llenos de esperanza para que los suyos, hasta los que se quedaron en sus países, tengan una vida más digna.  La mayor parte de los inmigrantes hispanos van en busca de trabajo, así sea en condiciones abusivas, dispuestos a soportar cualquier condición a cambio de enviar remesas, o de ofrecerles a sus hijos un futuro esperanzador en los Estados Unidos.  Además de la injusticia de que los traten con violencia y exageración, casi como si se tratara de terroristas, está el horror de que otros se aprovechen de la propaganda y el morbo alrededor de los disturbios para engrandecerse.  El poder siempre buscará más poder, sin importar a quien tenga que hacer leña.
Con horror vemos como pasa lo mismo en cualquier tragedia humana mundial.  Palestina es, hoy por hoy, la plataforma perfecta para el movimiento del poder en, por ejemplo, Europa.  Se aprovechan de la situación del pueblo gazatí para relamerse los bigotes.  
¿Mientras tanto? Claudia Sheinbaum está inactiva, sin capacidad para defender a nuestros hermanos migrantes, viendo como la economía nacional se puede venir a pique conforme continúen las presiones económicas que Estados Unidos está imponiendo sobre las remesas.  No parece importarle la cuestión humana, no parece importarle nada.  Seguramente es porque su bolsillo no sufre, ni falta pan en su mesa.
La política puede ser un asco, y la gente en el poder alimenta este hecho.

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