Finalmente lo hizo. En su odio rotundo hacia los inmigrantes, sobre todo latinoamericanos, y en su absurda necesidad de sentirse superior, Donald Trump encaramó los aranceles a nuestros productos. Al igual que la preocupación de los grandes y pequeños exportadores, la chanza y los memes aparecieron y cundieron nuestros grupos de whatsapp. Y es que Trump parece un mal chiste, y lo sería si no fuera porque sus medidas económicas, sociales y políticas nos arrastran como la corriente del Río Bravo.
Ahora bien, los Estados Unidos son una nación soberana y como tal, sus gobernantes tienen el derecho de tomar las decisiones que creen les convienen mejor. O, cuando menos, a ellos mismos. Entonces no podemos venir, los mexicanos, a intentar cambiar aquello que este señor ya hizo. Tampoco nos va lanzarnos públicamente con amenazas ridículas a ese gigante. Es más, si no fuera porque una pesada parte de la economía nacional se mueve gracias a las remesas, me atrevería a decir que ni volteemos a ver hacia el norte. Lo que sí podemos es enfocar nuestro esfuerzo en consumir aquello que nosotros producimos.
México es tan grande y rico en recursos que corresponde ahora replantear nuestra forma de producir, comerciar y consumir. Hace años ya lo hicimos, y eso contribuyó a que se fortaleciera la imagen de país, la identidad de nosotros – sus habitantes – como mexicanos y la valoración de lo propio. Fue en 1978, cuando “Hecho en México” se convirtió en una certificación de calidad y pertenencia. El gobierno federal ha lanzado de nuevo el logotipo, pero es a nosotros, los mexicanos, a quienes nos corresponde que sea algo más que un dibujo y tres palabras.
La iniciativa privada vuelve a tener en sus manos la supervivencia de nuestra economía, sobre todo de la propia. Particularmente en el rubro de los productos perecederos, las frutas, vegetales y flores que México cultiva con fines de exportación hacia el mercado norteamericano, el golpe se sentirá más fuerte. Tendremos que ponernos verdes de tanto comer aguacate, todo el aguacate cuyos exportadores no estén dispuestos a pagar los aranceles recién impuestos. Eso sí, los mexicanos no podemos pagar los precios que se imponen a nuestros productos en las tiendas de los Estados Unidos. Es preciso hacer ajustes. ¿Estarán dispuestos los productores a ello?
Es verdad que nos malacostumbramos a producir con miras a exportar. Habría que imitar en algo a las empresas extranjeras que producen con calidad para que sean sus propios ciudadanos los que adquieran sus productos. Luego, si bien les va, exportan. ¿Qué pasaría si implantamos ese mismo modelo en México? ¡Producir para nosotros y nuestras necesidades! Y que sea Trump el que nos ruegue por que le exportemos, cuando se quede sin guacamole…
Soñar no cuesta nada.
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