Acaba de llegar al Palacio y ya dejó ver su imagen.  La presidenta de la República no es ni más ni menos que una aspirante a dictadora.  Lo vemos en el absolutismo que manifiesta cada vez que se presenta en público, cuando llega casi a decir “México soy yo”, al mejor estilo de las monarquías absolutas.  Poco falta para que la escuchemos decir que el pueblo de México es ella, porque es lo que ha intentado dar a entender cada vez que insiste en que las críticas en su contra o en la de su gobierno son críticas hacia todos los mexicanos.  ¡Por favor!
Claudia Sheinbaum es el peor engaño que han sufrido los votantes en los últimos siete años.  Creíamos que no habría nada peor que AMLO pero, a pesar de las pocas semanas en las que la hemos visto dar sus “mañaneras”, nos damos cuenta de que puede ser peor, mucho peor.  Vemos a una mujer que no consigue dirigir a su gabinete de seguridad para que atienda, eficientemente, los problemas que nos están matando.  Escuchamos a una jefe de estado que justifica los errores de sus allegados, mientras convoca a sus oponentes para darles jalones de orejas, y que se ha pasado este corto tiempo dando excusas y haciendo malas bromas.
Zacatecas no puede más con tanto miedo.  Y aunque el gobernador – uno de los suyos – intente hacer lo mejor que puede con lo que tiene, sin el apoyo real del gobierno federal, seguiremos pasándola mal, muy mal.  El estilo de hablar de Sheinbaum sí que es el mismo que López Obrador, aunque su discurso es tremendamente más dañino.  Está usando, otra vez, el arma del resentimiento y de las divisiones de clase para ganar la pasión popular, porque no es el respeto, la admiración o la cercanía del pueblo.  Alienta las pasiones bajas, las que viven aquellos que están cansados de trabajar de sol a sol para llevar migajas a la mesa.  Echa leña al fuego, en lugar de apagarlo.  Sin embargo, muchos esperábamos que una académica de su categoría sabría proponer cambios reales, rutas de desarrollo de verdad, medidas de control de la violencia que fueran efectivas.  El panorama se ve oscuro, porque no existen propuestas ni acciones.
Con la llegada de Trump se junto el hambre con la gana de comer.  Ya sabemos que Sheinbaum es de las enemigas del “imperialismo”, mientras que el nuevo presidente electo de los Estados Unidos es el imperialismo en persona.  Se avizoran conflictos diplomáticos que pueden hacernos tambalear económica y socialmente.  Porque esta señora no tiene un pelo de diplomática, y parece que todo se trata sobre ella, sus intereses y sus deseos, y no lo que es bueno y conviene a toda la nación.  Trump pone en riesgo de desaparecer todos los avances que se habían logrado en materia comercial, pero Sheinbaum no parece preocuparse por ello.
Y si en nuestro suelo existen conflictos violentos serios por la guerra entre los cárteles de la droga, por un lado, Trump pretenderá entrar con sus fuerzas a combatirlos y, por el otro, Sheinbaum le echará la culpa a Guanajuato… – para entender la referencia, no se pierda usted cualquier “mañanera” -. Lo cierto es que la estabilidad de nuestro país trata de equilibrarse sobre  la punta de un alfiler, y nada parece estar claro.
¿Quién es Claudia Sheinbaum? Ciertamente, no es México, no es su pueblo y no parece ser la presidenta de un país como éste.  La cara que nos está dejando ver no puede más que preocuparnos y movernos a la acción.  
 

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