La convivencia peligrosa entre el gobierno estatal y grupos ilegales armados genera ya una enorme preocupación y descontento en la comunidad sinaloense, a grado tal que demandan la pronta remoción del gobernador Rubén Rocha Moya, quien ya se pudre por sus posibles nexos con el narcotráfico y la creciente violencia en la zona.
Lamentablemente Sinaloa atraviesa su más grave estallido de violencia en la última década, tras una serie de arremetidas de grupos del crimen organizado que durante la presente administración han dejado un centenar de muertos y muchos más desplazados.
Hay grandes sospechas que Rubén Rocha llegó al poder con el apoyo del crimen organizado, que le habría ayudado a ganar las elecciones, lo que genera una percepción de inseguridad y hartazgo ciudadano. El peor foco del conflicto se concentra en Culiacán, ciudad plagada de organizaciones criminales que el presunto “gobernarco” toleraría permitiéndoles negocios o actividades ilícitas como compra de bienes raíces, vehículos, adquisición de gasolineras y las famosas maquinitas y apuestas controlados por los delincuentes, entre otros.
Con presencia armada y abierta de la delincuencia en diversas regiones de Sinaloa los narcotraficantes han escalado la violencia: 535 homicidios, 575 secuestros y más de mil robos de vehículos registrados en 2024, la ciudadanía vive en una constante incertidumbre, mientras las autoridades locales parecen rebasadas por la magnitud del problema. Los “abrazos y no balazos” han evidenciado la ineficiencia gubernamental y la incapacidad del mandatario para responder a los desafíos de seguridad del Estado.
Debido a la situación que se vive en Sinaloa, el Consulado General de los Estados Unidos en Hermosillo, Sonora, emitió una alerta de seguridad para que los ciudadanos del país norteamericano no viajen a la zona, mientras que los que viven allá, puedan pedir ayuda en caso de algún problema. Lo anterior, debido a la guerra interna en el Cártel de Sinaloa entre “Los Chapitos” y “la Organización del Mayo Zambada” ha sumido al estado en un caos aún mayor.
Actualmente se registra un crecimiento incontrolable de levantones, cobro de derecho de piso, secuestros, robos y enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad, incluyendo bloqueos de carreteras, vehículos en llamas y carreteras cerradas.
La inseguridad en Sinaloa pues ha alcanzado niveles insostenibles. Como ya se ha mencionado, los habitantes de Culiacán viven con miedo, los negocios cierran antes de que anochezca y la sensación de impunidad es total. La crisis de seguridad es solo un reflejo de tres años de omisión, corrupción y complicidad de las autoridades.
Mientras los cárteles han tomado el control del territorio, el gobierno parece más preocupado en negar la realidad que en enfrentarla. Como bien dijo Philip Kotler, un lugar debe ser vivible, visitable e invertible. Hoy, Sinaloa ha perdido esas tres cualidades: vivir en Culiacán es peligroso, visitarlo es un riesgo y las inversiones están huyendo.
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