El nuevo presidente de Estados Unidos adelantó que fijará impuestos de entre 10 y 25% a los productos que contengan insumos chinos, sin importarle el impacto que pudiera tener para su propio país.
La amenaza prendió todas las alertas en la industria automotriz de Norteamérica: General Motors, que preside Mary Barra, ya anunció el martes que analizará mover la producción de pick-ups a la Unión Americana.
La orden ejecutiva de Trump fija el 1 de abril como límite para que el secretario de Comercio, Howard Lutnick, entregue el resultado de la investigación y su posible impacto para el sector automotor.
La industria estadounidense, léase, además de General Motors, Ford, que comanda Jim Farley; y Stellantis, que lidera John Elkann, estima que la posible sanción arancelaria tendría varias consecuencias.
Rompería la cadena de suministro de autopartes, restaría competitividad a la región, encarecería el precio de autos en Estados Unidos e imposibilitaría la sustitución, hoy, de autopartes chinas.
También habría impactos negativos en las piezas, accesorios postventa y refacciones provenientes no solo del país que gobierna Xi Jinping, sino de diversas regiones que alcancen el impacto arancelario.
La industria automotriz estadounidense estaría pidiendo un periodo de gracia para rehacer las cadenas de suministro y regresar al país parte de la producción que hoy no solo está en México sino en otras naciones.
Y para asegurar el regreso, Scott Bessent, el recién confirmado secretario del Tesoro, va ofrecer incentivos fiscales para su relocalización, o sea, “su” nearshoring para armadoras y proveedores extra regionales.
A juzgar por las reacciones de General Motors, Ford y Stellantis, pero sobre todo por los amagos de Trump, queda claro que el sector automotriz será de los primeros en renegociarse en el T-MEC.
La Secretaría de Economía, que lleva Marcelo Ebrard; el Cuarto de Junto, que coordina Judith Garza, y la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, que preside Rogelio Garza, ya están en guardia.
Hace ocho años, cuando llegó por vez primera a la Casa Blanca, Trump acusó a la tres principales automotrices de su país de menguar el poderío manufacturero de Estados Unidos por llevarse la producción a México.
Recargado y enarbolando su máxima de Make America Great Again, el Trump 2.0 viene por la revancha, con énfasis en el sector automotor mexicano: la regla de origen ya no va ser suficiente.
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