SENADORA DE LA REPÚBLICA
CLAUDIA ANAYA MOTA
Una de las características principales de los Estados Nacionales Democráticos, es el equilibrio de poderes y la existencia de organismos autónomos que permiten vigilar, contener y defender los derechos de los ciudadanos frente al ejercicio del poder de los gobiernos en sus diferentes niveles.
No fue sino hasta 1990, que en nuestro país se institucionalizó la defensa de los Derechos Humanos a través de lo que hoy conocemos como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), que ha significado un triunfo de numerosas organizaciones que documentaron los abusos del gobierno en contra de los militantes y simpatizantes de la izquierda durante el periodo conocido como “la guerra sucia” que sucedió entre la década de 1960 y 1970.
Cabe señalar que, en sus inicios, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos formaba parte de la Secretaría de Gobernación (un hecho cuestionable) y gracias a las presiones de la oposición, pero también de la comunidad internacional, en 1992 se estableció como un organismo autónomo e independiente del organigrama de la administración federal; se le brindó a la institución la facultad de diseñar sus propias reglas internas y administrar sus recursos, pero aún su titular era designado por el Presidente en turno.
La CNDH logró totalmente su independencia y autonomía del poder político en 1999, gracias a una reforma constitucional que le otorgó total aislamiento del poder ejecutivo. El presidente y los integrantes del Consejo Consultivo de la CNDH, son nombrados actualmente por el Senado.
Para llegar a ese momento, el Senado de la República realiza una convocatoria abierta para que, quienes consideran pueden desempeñar la alta responsabilidad de la defensa de los derechos humanos, se inscriban para ser evaluados, se organiza un Parlamento Abierto donde participan diferentes organizaciones de la sociedad civil para delinear el perfil idóneo del ombudsperson.
Se realizan entrevistas públicas, donde cada aspirante expone su proyecto y responde cuestionamientos. Su desemepeño es plasmado en una matriz de evaluación que contiene diversos indicadores que permiten tanto a los integrantes de las Comisiones de Justicia y de Derechos Humanos, así como a las organizaciones, brindar un puntaje a cada participante de donde salen los tres mejores perfiles que serán votados en el pleno, en una sesión pública y transparente.
En este proceso, he participado tanto en 2018 como en este año y en ambas, la imposición de Rosario Piedra ha sido una constante. En aquel entonces, me opuse abiertamiente a su candidatura, porque ella es miembro fundador del partido en el poder. No se puede ser juez y parte en un cargo que merece toda la objetividad y todo alejamiento del poder político.
Hace 6 años, el Senado de la República brindó uno de los espectáculos más vergonzosos, pues pese a los argumentos en contra, del evidente conflicto de interés de un perfil como el de Rosario Piedra, hubo dudas de que hubiese logrado las 2/3 partes de los votos presentes, pues “mágicamente” aparecieron dos votos que fueron contabilizados y dados por buenos. Piedra Ibarra rindió protesta a su cargo en medio de gritos, cuestionamientos y de jaloneos en la Mesa Directiva del pleno del Senado.
Hoy, MORENA no ha cesado en su intentona de imponer a Rosario Piedra nuevamente. Es la aspirante que tuvo la desvergüenza y la desfachatez de presentarse, con todo y sus nulos y deficientes resultados como defensora de los derechos humanos, pese a que en más de una ocasión, todo el Consejo Consultivo le renunció por su incapacidad e inacción frente a los abusos del gobierno emanado del partido en el que milita.
Estamos viviendo sí, un segundo piso de la cuarta transformación, un segundo piso donde parece que la voluntad de un Presidente tiene la intención de imponer -como en el siglo pasado-, quién estará al frente de la CNDH. Es una falta de respeto a las y los legisladores y es jugarle el dedo en la boca a las organizaciones que fueron convocadas al Parlamento Abierto. Deseo que cesen en su actuación retrógrada que nos lacera como nación, pues no tenemos derechos progresivos, sino por el contrario, vamos caminando con rumbo…Dos décadas atrás.
Deja una respuesta