CONTRACORRIENTE
Morena decepcionó. El PRI se recicló en la simulación. El PAN parece atrapado entre sus intereses internos y la timidez en sus posturas públicas. Y Movimiento Ciudadano resultó un fracaso en el gobierno de Nuevo León y un claro esquirol del régimen morenista. Pero el gran hueco político de México no es la falta de partidos, es la ausencia de una alternativa real. Una fuerza capaz de conectar con la ciudadanía, proponer un rumbo distinto y no terminar absorbida por los mismos vicios de siempre.
¿Y los independientes? Fueron promesa. Fueron consigna. Fueron la respuesta espontánea a un sistema podrido. Pero hoy, son vacío. No hay articulación. No hay liderazgo nacional. No hay visión de país. Lo que hubo fueron esfuerzos individuales, muchos de ellos bien intencionados, otros meramente oportunistas. Pero ninguno maduró como movimiento. Ninguno construyó organización. Ninguno resistió la lógica institucional que te arrastra, que te engulle o que te usa como adorno.
¿Dónde están los independientes hoy? En el archivo de lo que “pudo ser”. Algunos terminaron atrapados en la burocracia que criticaban. Otros se diluyeron sin estructura. Y muchos más fueron engullidos por el pragmatismo electoral: el que dice “con tal de ganar, me alío con cualquiera”.
La paradoja es brutal, la ciudadanía quiere otra opción, pero no confía en nadie. Se abstiene, vota por “el menos peor”, castiga, protesta… pero no construye. Porque tampoco hay quien le dé una causa creíble, una visión estructurada, una narrativa poderosa.
El problema de los partidos es grave, pero el problema de los independientes es más profundo: no tienen proyecto, ni equipo, ni músculo. Solo tienen intención. Y con intención no se gobierna.
El reto no es menor. Se trata de formar cuadros, articular liderazgos, comprometer ideas, resistir la tentación del aplauso fácil y asumir que ser distinto no basta: hay que ser capaz. Hay que tener rumbo. Hay que saber a qué país se quiere conducir.
Mientras no surja esa opción —coherente, ciudadana, profesional, valiente—, seguiremos girando entre los mismos partidos, los mismos discursos y los mismos fracasos. Y seguiremos preguntando en cada elección lo mismo: ¿y los independientes? ¿Dónde están? ¿Qué pasó con ellos?
La respuesta es cruda: fallaron. Pero el hueco sigue ahí. Y alguien lo va a llenar. La pregunta es quién y cuándo. Porque este país ya no tiene tiempo para improvisar otra vez.
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