LA INVERSIÓN PRIVADA COMO ÚNICA OPCIÓN
Se ha discutido el proyecto de presupuesto federal para el año 2025, y no trae mayores sorpresas. Tal y como supusimos, las iniciativas asistencialistas y nocivas de Morena, que buscan mantener pobres a los pobres mientras pierden su poca independencia, se confirman con suficientes fondos. Por otro lado, hemos visto que este gobierno se mantiene firme con la idea de reducir la deuda de México, lo que es positivo, y eso significó una importante asignación de recursos al rubro. Sin embargo, con la economía nacional tan desalentada, las previsiones fiscales se perciben bajas.
A pesar de su discurso optimista – demasiado optimista para nuestro gusto -, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha tomado una postura prudente y austera con relación al gasto público. Claro, con excepción de los programas sociales que son, indudablemente, su caballito de batalla. De esa cuenta, el golpe lo recibirán los sectores de salud, educación, cultura, seguridad y obra pública: ¡nada importante, al parecer! Porque sólo así podrán, desde su mismo optimismo, sacar a flote este enloquecido plan presupuestario.
Enloquecido, sí, porque nunca, en nuestra historia, se han recaudado los ingresos fiscales que se proyectan. Los mexicanos, por naturaleza, solemos evadir – a veces, con un poco de razón – ese tipo de obligaciones. Y, sin embargo, el gobierno no se da cuenta de ello. Es urgente conseguir más fuentes de ingreso que no representen una deuda para el país. ¿En dónde estará ese salvavidas que permitirá al estado la ejecución de sus planes y proyectos?
La única opción que le queda al gobierno de Sheinbaum es que haya más actividad empresarial en el país, cuyos impuestos sirvan para el financiamiento y, primero Dios, la recuperación de los sectores vulnerados en este presupuesto. El problema es mucho más complejo que la simple incentivación. Resulta que México dejó de ser atractivo para invertir, tanto para propios como para extranjeros. ¿Cómo pudo ocurrir esto?
La inversión privada requiere de algunas condiciones innegociables. Una de ellas es la transparencia en la ejecución gubernamental, puesto que, si han de pagar impuestos, es preciso conocer, sin duda alguna, hacia dónde irán sus impuestos. ¡Ajá! Pero Morena hizo su “magia” y desapareció a los organismos de control dentro del gobierno, entre ellos el Inai. Otra condición es la estabilidad social que se consigue con la correcta aplicación de las leyes y el combate efectivo del delito. En principio, la reforma al poder judicial – que, de momento, no tiene ni suficientes candidatos interesados – es tan opaca que nadie en su sano juicio podría confiar en la estabilidad de un país cuya justicia penda de un hilo. En segundo lugar, un país que sacrifica buena parte de su presupuesto para seguridad, sobre todo en el caso de un país con una escalada de violencia que tenía décadas sin presenciarse, no ofrece garantías a la inversión.
Entonces, vemos que el gobierno de la 4T, encabezado por Claudia Sheinbaum (¿encabezado por ella?) y blindado por el Senado y las Cámaras de Diputados, se muerde a sí mismo la cola. Es como si hubieran llenado de minas el patio de juegos de sus hijos. Ellos mismos saben que la salida a la debacle económica de su tiempo gubernamental está en las inversiones “capitalistas”, pero ellos son de “izquierdas”. No les quedará otra que, más temprano que tarde, tocar puertas para que más empresas inviertan en México, pero han plagado de obstáculos todos los caminos de inversión. Es la historia de no acabar.
¡Esto es lo que pienso!
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